lunes, 7 de abril de 2008

Pantalones cortos

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Lo que primero dejaste que descubra
fueron tus rodillas negras
-chuecas maravillas, sobrevivientes de la Quinta Guerra
de los Jardines de la Infancia Eterna-
Asimétricas y perfectas pantorrillas
que no entendieron nunca de protocolares medias,
de estrictos uniformes escolares...
(¿mediaban los mentirosos ochentas?).

Esquinas cansadas que dejaron atrás
la inocencia, el café con leche
y las canicas.
Las mañanas en la plaza esperando
inútilmente
a los pies del tobogán,
rozar siquiera
tus tobillos inquietos.

Y las amapolas de doña Paula,
los gritos de doña Paula,
la corrida de doña Paula...
la internación de doña Paula;
la penitencia de tres días
y medio
que fueron tres años,
tres vidas enteras fueron.

Después las cosas, simplemente
dejaron de ser.
Primero yo:
el nuevo barrio
y la nueva plaza...
nuevos toboganes y nuevas esperanzas.
Luego vos:
los nuevos largos pantalones
-de cortos cumpleaños viejos,
el amigo que suple, con gomina
y estúpida sonrisa imberbe.

Casi quince años pasaron
desde aquel verano,
y quince amapolas en el suelo
esperando ser...
Veinticuatro años que sirven
de nada,
que se
vuelcan arrepentidos

al cada día más sólido
piso de tu altillo;
ese que me enseñó en febrero
las chuecas negras rodillas,
de tus pantalones cortos.


Febrero del 2005




Imágenes: Nicolás Michelini

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