jueves, 3 de abril de 2008

Chapoteando en las tinieblas

Imagen: Nicolás Michelini



Y además hoy a mí y a mí y también a mí me dijeron algo que quedó dando y dando vueltas en mi cabeza, en los poros de mi piel, en mis pulmones sucios, en las paredes de mi hígado oxidado: “Los seres humanos somos más parecidos a monstruos chapoteando en las tinieblas que a los ángeles de las historias antiguas”. Es una Gran verdad, aunque no haya ningún misterio en esa frase de vaya-a-saber-uno-de-quién-es (invito al lector a que investigue y me lo comunique, si es que quiere y le sobra tiempo, ganas). Es sólo que nunca lo había visto de esa manera, nunca.
Estamos mal hechos, esa es la realidad que veo. Quienquieraquesea que creó esta raza -la humana, claro- cometió un error, o varios. El tema en cuestión es que su proyecto fracasó tan rotundamente que hoy hasta su misma creación sufre las consecuencias de su equivocación. Y entonces vivimos haciendo las cosas mal, haciéndonos mal unos a otros, algunas veces sin darnos cuenta, otras con pleno conocimiento de causa. No somos culpables, es cierto, ni siquiera el supuesto “creador” lo es. No existe la culpa, acaso un feroz y cruel invento de la iglesia Católica.
Y nos ponemos violentos, y violentamos. Y nos volvemos necios, y nos equivocamos una y otra vez. Y decimos “te quiero” y no sabemos realmente si tenemos la capacidad para hacerlo. Y prometemos y no cumplimos, simplemente porque no nos importa. Y besamos y decimos sentir los besos y a los dos minutos estamos haciendo zapping en la TV como monos entrenados (las disculpas correspondientes a los queridos simios, pero estos que imagino están entrenados, enfermante y eternamente entrenados).
Y así se nos escapa esta temporalidad terrena, casual. Así se nos pasan los días, las horas, los segundos. Nos reímos, sí, claro… mucho a veces pero, ¿sabemos de dónde sale esa risa? ¿Es fruto de alegría o es tristeza disimulada? ¿Es descargo emocional patético y sin sentido o es sinceridad plena y transparente? Ni vos ni yo lo sabemos, no seamos hipócritas, no esta vez. Nos golpean tanto día a día, que ni siquiera nos dan tiempo a que nos demos cuenta de las llagas que nos van dejando. Pequeñas cosas, de a una o todas juntas, amontonadas:
Ese bocinazo innecesario, esa agresividad en la nuca, el perro flacoescuálido, la cerveza caliente en el almacén, el suicidio sobrejustificado de un chamo, un caramelo por el vuelto, un pobre bolsín de mercadería social y asistencialista, el niño que llora desconsuelo en el cuadro, un pescado en la vereda de una casa de deportes, y mi vida goteando y haciendo eco en la canilla de tu baño.
¿De qué hablamos cuando hablamos de tristeza? ¿Eh Raymond Carver?, ¿de qué hablamos cuando hablamos de tristeza?, ¿de esta raza condenada a muerte?, ¿de nosotros mismos?



Ya lo creo amigo, ya lo creo.



Imagen: Guadalupe Latorre
-------

No hay comentarios: