miércoles, 17 de diciembre de 2008

Tres tristes tigrecillos, Juanita, la bicicleta y yo

Imagen: Nicolás Michelini. Modelos: JuaniTa, Te y Tí.
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Nada se pierde; todo se transforma. Al menos eso dicen y, cada tanto, uno se da el lujo (lujo sí, lujo hoy en día) de comprobarlo. Pero, ahora, una cosa: ¿puede una bicicleta playera convertirse en tres felinos que en realidad se asemejan más bien a tres roedores? Me parece que no, aunque quizá sí.
Ayer por la mañana me desperté, me levanté y, como de costumbre, Juanita me interceptó camino al baño para exigir la primera y necesaria carga de alimento balanceado en su plato. Refregó su cara, su cabeza en mi pantorrilla y, vista desde las alturas, realmente se parecía mucho a rombo gigante. “Bueno -me dije-, supongo que de un momento a otro sale algo de allí dentro”. Cargué su plato, me aseé, me vestí un poco y salí en una bicicleta prestada hacia la Casa de los Gobiernos de los Pueblos de las Provincias de los Chacos.
Pasado el mediodía regresé y no vi a Juanita. Imaginé que estaría vagando por los techos aunque desestimé la idea por el horario (a la hora de vagabundear, lógicamente, ella prefiere las noches).
Me preocupé. Su doctora me había dicho que al momento de dar a luz, los felinos son todavía más independientes de lo que son normalmente. Entonces me había pedido que no lo haga. Preocuparme digo, pero me preocupé de todos modos. Al rato se me pasó, y al otro rato me volví a preocupar, mientras freía las primeras torrejas de arroz de mi vida. Salieron exquisitas, y fueron acompañadas por gaseosa y Salsa Golf. Después intenté no pensar en Juani y me acosté a dormir una merecida siesta, hasta alrededor de las 16.30 horas.
Me levanté esperanzado de encontrar a Juanita pero no, ella no estaba, ni el nivel de alimento balanceado de su plato había cambiado, así que tampoco había estado mientras yo dormía la mona… digo… la siesta. “¿Qué hago?”, comencé a razonar, aunque eso suene a ciencia ficción.
Llamé a Rosemary Navarrete, puesto que además debía encontrarme con ella para ir a ver un filme. Los EduKadores más precisamente, bajo el ciclo “Amor Libre”, organizado en el Departamento de Cine y Espacio Audiovisual de la Subsecretaría de Cultura (futuro Instituto de Cultura) del Ministerio de Educación, Cultura, Ciencia y Tecnología de los Gobiernos de los Pueblos de las Provincias de los Chacos.

- “Gusa…”, atendió Rosemary.
- “Sí yo. Tengo un problema, o dos, o muchos, no sé bien, pero sobre todo uno: Juani no aparece, no está, creo que se fue a parir por ahí, a los techos, a la casa de atrás, no sé, no sé, no sé”.
- “Bueno, pero buscá bien, fijate atrás, en el pasillito de la puerta que da al patio, en todos lados”.
- “Ro, ya hice todo eso, no está, no está”, protesté. “Creo que necesito una escalera, voy subir al techo, y eso tendrá que ser por afuera”, pensé en voz alta.
- “Y trepá por la casillita del gas, por donde sube ella”, sugirió.
- “No, acordate que hay rejas. Ella puede salir, yo no”.
- “Bueno, hagamos algo. Yo la llamo a mi mamá, no sé, veo si consigo una escalera y te devuelvo la llamada, pero vos seguí buscando”.
- “Vale”.

A los 12 minutos llamó.

- “Ro..”, respondí.
- “Listo, conseguí la escalera, le pedí a mi mamá el auto así que me baño, termino de editar e imprimir unos textos para el ciclo y voy para allá”, se atolondró ella.
- “Fantástico”, dije sin saber muy bien por qué usé esa expresión si en realidad de “fantástico” nada tenía lo que ella me había dicho, más bien era una realidad a concretarse.
- “Ah -especulé-, traeme una cajetilla de cigarrillos de venida”.
“Nhájahá", fue la onomatopeya que escuché del otro lado, su risa claro, pero no cualquier su risa.
- “No, pará, dejá nomás, mejor salgo a caminar un poco y busco un quiosco, en el de la esquina no tienen, voy a lo del Turco”, dije y me di cuenta de que absurdamente estaba caminando en círculos en el living de la casa, mientras hablaba con ella.
“OK, en un toque yo voy para allá”, dijo y cortó inmediatamente.

Fui a lo del Turco. Regresé.

Cuando abrí la puerta del frente y entré (un poco encandilado por el sol del mundo) vi la cajonera donde guardo algunas prendas no uso y entonces otra vez me pongo a pensar. En flashback, recordé que por la mañana temprano, antes de salir hacia la Casa de los Gobiernos de los Pueblos de las Provincias de los Chacos, juanita merodeaba el sector en una actitud más que sospechosa.
La cajonera del living de mi casa en la que guardo prendas que no uso tiene cuatro cajones. Yo abrí el tercero (el tercero contando de abajo hacia arriba, desde el piso hacia el techo, hacia el cielo). Lo hice lentamente, centímetro a centímetro. De pronto descubrí que algo en la remera color verde musgomarihuano se movía. De allí asomó la primera cabecilla, el primer esbozo de vida en crudo que vieron mis ojos en mucho tiempo. Entonces aceleré el proceso y allí estaban: Juanita acostada de lado y tres tristes tigrecillos que mamaban excitadamente de tres de sus tetillas.

- “¡Cortá todas las gestiones, ya fue, están acá, los encontré, son tres, son bellísimos, son como ella!”, exclamé en una nueva llamada a Rosemary.

- “Nhájaháaaaaahhh…”, ¿rió? “¡Visteee!, tenían que estar ahí, ya le decía yo a Joaquino, ya le decía yo que me parecía raro que no se quede ahí. ¿Dónde estaban? No los toques, ¿cómo son? ¿chiquititos? Fijate el…”, etc etc etc.
Después de sugerencias varias y preguntas más, me dijo que salía para la sala, que nos encontrábamos allí “en quince”.

Efectivamente, "en quince” nos encontramos en el DeCEA. Puse candado a la bicicleta prestada (la mía se pinchó la última vez que había ido a ese mismo lugar, así que tuve que pedir una de prestadita). Bebimos dos cervezas antes de entrar. La primera no estaba buena, la segunda sí. Después entramos a la sala.
A los 40 minutos de película me dio por ir al baño. En el baño pensé en salir a fumar un cigarrillo a la vereda, y a echar un ojo a la bicicleta prestada. Todavía orinando, desistí de esa idea puesto a que para qué iba cortarme la película por ir a fumar un cigarrillo que -sabemos- hace mal, mientras que lo otro, la película -sépanlo- me estaba haciendo bien. Y, en el otro caso: para qué iba a salir yo a ver la bicicleta si cualquiera de las dos posibilidades que existían (que esté o que no esté donde la había dejado), iban a cambiar nada. Todo esto a excepción de una tercera posibilidad, que era la de salir justo justito en el momento en que el caco esté ahí, forzando el candado en un intento de llevarse una bicicleta que no era, que no es, ni suya ni mía porque la mía -si recordamos- se me pinchó la última vez que fui al DeCEA, hace más o menos una semana.

Cuando terminó la película salí y la bicicleta, desde luego, no estaba. Se habían llevado hasta el candado. Grace -la mamá de mi amigo Mariano Fernández-, quien también había estado en la sala y venía saliendo ya por la puerta de la derecha me vio y me saludó. Yo le dije que “qué linda película, ¿viste?”. Me respondió que sí y no sé qué más. Le conté que me acababan, o no, de robar la bicicleta, una que no era la mía. Se alegró en cierto modo de que no haya sido la mía (¡ja!) y me lo hizo saber. Grace se veía contenta anoche.
Llamé a la dueña, le comuniqué las malas nuevas, me dijo que no importaba. Se me cortó la conversación porque se terminó el crédito del teléfono. Fuimos a buscar un lugar para beber algunas otras cervezas. En el camino hicimos algunos chistes sobre la bicicleta prestada y robada. No bebimos muchas, pero me parece que me emborraché un poco, sólo un poco. Regresé caminando a mi casa a las 2.55 de la mañana. Abrí la puerta y los tigrecillos seguían allí, dormían.
Los miré tiernamente durante más o menos dos minutos. Apagué las luces, les dije buenas noches y me fui a dormir. Soñé que miles de velas petizas y gordas conformaban una senda que dirigía hacia algún lugar en la oscuridad.

Era de noche, pero eso es algo de lo que prefiero no hablar.

6 comentarios:

Dirección de Comunicación dijo...

te quiero hasta las ruedas las velas los tigrecillos y mis risas nhájaháaaaaahhh.

Anónimo dijo...

jaja, qué blog delator volumen!!
como estoy en el laburo tengo abierto el correo de Cultura y quedo escrachada!!!
pfff!
chacotodaslasculturas dice que te quiere, jejeje!

Anónimo dijo...

delator si muuy, la verdadera dueña de la bicicleta robada entro, leyo, y esta a punto de matarme!!!!!!!!!!!!

Anónimo dijo...

ja!
vida más vida y encima, en un cajón. Sera raro ver a Juani desde arriba y que no parezca un tamborcito..
Pero,
Corrección:
La bici no se pincho en el Decea.. Estábamos alli cuando queríamos mates y no habían por lo cual me subí a la bici y seis exactas cuadras despues, en MI vereda, pinchazo. Y wilde a pata con mate y bici. Alli comenzo esta cadena de hechos de bicicletas desafortunadas!

A acariciar gatitos y a seguir haciendo chocolatadas después de la siesta (porfavor!)

(:

Anónimo dijo...

Que maestro... el gato. El dueño del blog me parece medio pelotudo

Anónimo dijo...

vida, amor y amistad... es un post alegre acerca de una situacion llena de preocupacion y desilusion, muy bueno... te gusto Los EduKadores? humm nunca hablamos de esa peli? qué paso ahi?? bueh... ya habra tiempo para eso, no?