sábado, 30 de agosto de 2008

Walter Malosetti: Memorias de una vida con Swing

Llega y toma asiento lenta, parsimoniosamente. Se lo nota cansado, quizá lo esté. La luz del mediodía espía por la ventana su rostro rosa y su cabello y barba grises. Sus ojos celestes, cuando rememora, buscan la ventana, buscan la salida que los trasladarse hacia otros tiempos. De estricto negro, pende de su cuello una medalla de agradecimiento del municipio de Olavarría; un agradecimiento que más de uno le quisiera dar al aporte incansable a la música nacional, y a su historia. Dice, ante la propuesta de focalizar la charla más bien en el Jazz que en su vida personal, que sí… que de hecho sabe más de Jazz que de él mismo. Su tono, entonces, es inconstante. Habla parejo y bajo, muy bajo de a ratos; como si no quisiera que lo escuchen los demás decir una pequeñez que lo comprometa ante ese paralelo que traza su vida: La Música. Esa música que refregó en el rostro de quienes lo escucharon en vivo, y quienes se dejan llevar por esa fuerza misteriosa, ese ritmo melodioso y desprolijo que encierra al Swing de Walter Malosetti. Imposible no moverse… “Yo no sé tanto de mi vida como de Jazz, y de Jazz me gusta más hablar que de mi vida”, abre el diálogo un Malosetti rebosante de juventud, pese a sus setenta y tantos pirulos ya. “A mí me gusta el Jazz desde chiquito, qué voy a hacer”, se ataja.


- ¿De qué hablamos cuando hablamos de Jazz?
Cuando hablamos de Jazz, hablamos de todo: de Swing, de Bop, de Bebop, de Blues, Rhythm & Blues, etcétera. Después vendrán en las distintas épocas los demás subgéneros. Y cuando hablamos de Jazz, hablamos también de la negrada de Nueva Orleáns, de los negros que trabajaban en las vías, en un Estados Unidos empezaba a crecer.
Este negro empieza a tocar… rudamente, pero por otro lado estaban las iglesias, que tenían los famosos corales, viejos y antiguos. Imitan a las bandas pero no les sale, entonces improvisan; y de ahí surge la improvisación, que es el elemento más vital del Jazz. Cuando hablamos de Jazz, hablamos de improvisación.


- Y este Jazz “negro” ¿cómo aterriza en Argentina?
Comienzan a llegar primero los discos de las viejas y tradicionales orquestas de Jazz. Se empieza a formar una nueva barrita de tipos, “la muchachada”, y después se forma un Club del Jazz. Pero este Jazz evoluciona y lo absorbe el cine, que medio que lo sacrifica porque hace canciones parecidas al Jazz que no son Jazz; simplemente es cine musical o comedia musical. El ejemplo es Al Jonson, que era un tipo que se pintaba de negro y era blanco. Había un núcleo de músicos que tocaban en Buenos Aires y con ellos teníamos nuestra barra. Nos reuníamos con los hermanos López Furst, que eran fanáticos del Jazz. Baby Furst sobre todo, que era un guitarrista y pianista extraordinario.

- ¿Qué visión tiene del jazz actual y cómo está influyendo la tecnología en él?
Se comenzó a escuchar Jazz en todo el mundo recién en los años 40 o 50, pero se escucha masivamente recién ahora. Particularmente lo veo maduro: un elemento que fue creciendo y que evolucionó mucho, hasta llegar a la madurez que tiene hoy.
La inclusión de la tecnología vino bien en cuanto a calidad del sonido, en cuanto a la posibilidad de poder grabar y corregir. La tecnología colaboró sin dudas. El mismo norteamericano no colaboró tanto porque, en general, el norteamericano tiende al comercio, entonces surgieron músicos y artistas que eran más bien comerciales. En los años 40, los grandes músicos, los Charly Parker, los Dizzi Gillespie, surgieron en un barcito pequeño llamado Milton, en el que tocaban después de hacer presentaciones comerciales. Pero su surgimiento fue en bares donde tocaban por diversión.


- El Jazz Latino también evolucionó… ¿Cómo fue tocar con un exponente argentino en el mundo como el “Gato” Barbieri?
Yo toqué con el “Gato” Barbieri cuando él era más puro tocando, cuando era más joven. Éramos pibes, porque el Gato tiene más o menos mi edad… tendrá cinco años menos. Lo llamaba y venía a tocar a un boliche donde yo tocaba todos los viernes, sábados y domingos. Como él era muy talentoso, lo llamaban de todos lados… Los músicos somos libres, como los taxis. Si mal no recuerdo hicimos una grabación de prueba con Lalo Shifrin (en piano), el “Gato” Barbieri (en saxo), yo (en guitarra), un contrabajo y batería no había. El “Gato”, pobrecito, después se inclinó a… las drogas, a las sustancias -titubea, cierra los ojos y aprieta fuertemente los párpados-.



- ¿Por qué el swing, entre tantas ramas del Jazz?
Porque es el estilo de Jazz más duradero, el más grande, el más largo. Y porque tiene por su lado dos acepciones: el “estilo Swing” y el “tener Swing”. Si no tenés Swing… por favor no toques Jazz.

- Parecería también que el Swing tiene otra velocidad…
Es más veloz pero tiene a su vez otra rítmica. Un tipo que toca: “ta tá ta ta - ta ta tá” -tararea desparejo-, que acentúa mal, “un cuadradote” como decimos nosotros, ése no tiene idea. Sin embargo aquél que toca livianito, con gracia, con ritmo, acentuando mejor en la primera parte de esa misma nota: “ta tá ta tá ta tá” -tararea rítmicamente-, ése tiene Swing. No es tan fácil describir al Swing. No existe tampoco la descripción perfecta del Swing. Difícil es lanzarse a describir algo que es muy etéreo.

Cada tanto Walter Malosetti golpea la mesa, tararea, gesticula, intenta transmitir con el cuerpo. Lo logra.

- ¿Entonces usted toma al swing por esa complejidad que trae consigo?
Y… es la atracción que produce. Es como una chica, aquella que tiene todos los elementos con Swing… “esta mina tiene Swing”, decimos en la barra, porque tiene elementos… agradables si se quiere. Ojo que con Swing solo no vas a ningún lado tampoco. Si sos tronco, sos tronco. Pero quiero decir que el Swing es un elemento vital, fundamental.

La viola
Malosetti, entre tantas otras, lleva consigo y cuida celosamente de su guitarra, una Gibson del 75`. En la casa de su juventud, cuando aún no se enteraba que era músico, siempre había alguna guitarra dando vueltas. Tocaba al aire, imaginándose estar en una sala de teatro llena. Su hermano mayor, Pedro Malosetti, era Luthier y Walter no deja pasar por alto lo mucho que influyó en él.

- ¿Qué relación mantuvo y mantiene con su guitarra? ¿Hubo épocas de desencuentros?
Nunca. Jamás me alejé de ella, ni por enfermedad. No la largué nunca, ni un día (golpea una vez más la mesa y sonríe. No hay dudas, Walter Malosetti está perdidamente enamorado de su guitarra).

- El año pasado en una charla Javier me dijo que él no es un bajista que escucha a muchos bajistas; que es un fanático de Jaco Pastorius, “El Dios del Instrumento”. Pero que no obstante le gustan más los guitarristas, los cantantes y los pianistas de jazz que los bajistas. Dijo que los bajistas lo aburren y que él no sería un público de él mismo. La pregunta es ¿quién es para Walter Malosetti el “Dios del Instrumento” que toca él? y si le pasa de no escuchar tanto el instrumento que toca y disfrutar del saxo, del piano, del contrabajo del Jazz.
- Lo que pasa es que sí, claro, los instrumentos que tienen sonidos muy específicos, que no son melódicos -el bajo tiene su melodía, pero no es tan claro ni tan ágil para hacer líneas melódicas complejas, pero me gustan mucho los solos de contrabajo, y a él (por Javier) también- la guitarra es un instrumento muy melódico. Y el bajo por supuesto que tiene melodía.

TextualeS

Oscar Alemán: “Tengo un recuerdo cariñoso de Oscar porque él se portó muy bien conmigo. Tiene su fama de tipo nervioso, cabrero, pero conmigo era respetuoso. Toqué muchas veces con él, grabé dos o tres veces con él. Yo era muy pibe cuando lo conocí. En un Club de Jazz, que se llamaba el Hot Club de Buenos Aires, se organizó un concierto, un festival, donde había varios grupos de Jazz. Estaba como invitado especial Oscar Alemán. Yo era chico, tenía 15 años y me invitaron a tocar con él. Tengo un recuerdo muy lindo de esa noche. Él y su familia eran pobres, y vivieron muy mal. Un tipo de carácter bravo. Pero a mí me respetaba y conmigo fue muy amable siempre”.

En Resistencia, junto a Javier: “Estuvimos juntos acá, sí. Cuando llegamos con Javier a casa yo le comenté la buena onda de la gente esa noche, y yo terminé con una calentura bárbara de seguir tocando. Me parece que hay buena audición para el Jazz. Dentro de la gente que toca en serio, fuera de la música comercial y barata, cuando uno siente un clima cálido con el público, que lo valoran, que lo aprecian a uno; uno lo siente. Cuando no se ponen de acuerdo para aplaudir… ¡Eso es un buen público papá! Eso es lo más lindo que te puede pasar. Noté que estaban atentos a lo que hacía y que aplaudían juntos… no se habla el público, no se pone de acuerdo para esto. Ahí está la espontaneidad que me permite a mí reconocer el público con el que trato. Con Javier comentábamos que nos había ido muy bien, que habíamos visto un público hermoso. Esto es lo que nos pasó. Yo mismo me decía que toqué bien y a Javier le pareció lo mismo”.

Los reconocimientos: “El reconocimiento no importa. Yo necesito el placer de tocar y que los dedos me anden bien y tener una guitarrita en condiciones y un lugar para tocar. Pero tampoco soy un renegado, no los voy a juzgar si son sinceros, si no son sinceros; pero no se niegan las cosas. Yo no les doy valor, eso no me aumenta el ego, pero a la vez soy respetuoso de ello. La gente hace las cosas con sinceridad… Si vos me valorás y me elogiás, yo no tengo que desconfiar de ello, porque sino es una vida de locos, una vida muy fea. Pero no me agrandan esas cosas, me agranda que el público que me está escuchando me aplauda, eso me gusta mucho. Y después estar así, conversando sobre Jazz con alguien, eso me gusta también”.

Y Relax: “Relax está compuesto en la tranquilidad de la noche, noche en que me tenía que ir a dormir y no podía, en que me quedaba hasta altas horas de la noche escribiendo. El músico de Jazz podría componer un tema todos los días. La composición del Jazz se parece mucho a las grandes composiciones clásicas como las de Mozart, que son improvisadores. La improvisación está en todas las músicas, ningún músico es buen músico si no sabe improvisar. Pero en el Jazz la improvisación pasa a ser un elemento fundamental. Las Invenciones de Bach por ejemplo eran eso, invenciones, improvisación. Mozart por ejemplo no podía escribir, lo volvía loco eso. Me pasa lo mismo, ahora, en este último disco...”






Imágenes: Eduardo Panelli

Entrevista: Nicolás Michelini

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Los amantes

¿Quién los ve andar por la ciudad
si todos están ciegos?
Ellos se toman de la mano: algo habla
entre sus dedos, lenguas dulces
lamen la húmeda palma, corren por las falanges,
y arriba está la noche llena de ojos.

Son los amantes, su isla flota a la deriva
hacia muertes de césped, hacia puertos
que se abren entre sábanas.
Todo se desordena a través de ellos,
todo encuentra su cifra escamoteada;
pero ellos ni siquiera saben
que mientras ruedan en su amarga arena
hay una pausa en la obra de la nada,
el tigre es un jardín que juega.

Amanece en los carros de basura,
empiezan a salir los ciegos,
el ministerio abre sus puertas.
Los amantes rendidos se miran y se tocan
una vez más antes de oler el día.
Ya están vestidos, ya se van por la calle.
Y es sólo entonces
cuando están muertos, cuando están vestidos,
que la ciudad los recupera hipócrita
y les impone los deberes cotidianos.

Ro! dijo...

yo sabia q no tengo amigos de esos que se hacen los periodistas, sino perdiodistas de amigos...aunque reniegues...
a mi, por lo menos, me gusto mucho, mucho!...