jueves, 17 de julio de 2008

Como perro y gato: ¿y mientras tanto?




Hoy escuché de todo. Cualquier cosa, muchas cosas, muchísimas cosas, demasiadas cosas acerca de… sí, acerca del campo; sí, acerca del Gobierno. Y no tengo en mente reproducirlas aquí porque ya demasiado tengo en la cabeza con el hedor que comienza a emanar desde la descomposición que dejaron alojada, claro, todas esas cosas que escuché hoy y las que escuché ayer y las que lastimosamente me quedan por escuchar.
Lo que sí diré -porque se supone que este es MÍ espacio-, es que el show de bocazas y opinólogos todavía no terminó, en honor a mis profundos pesar y tristeza. Este circo circular todavía no cerró y por tanto no cerraron tantas bocas y mentes que mañana, hoy, se manifestarán y se seguirán manifestando “a favor de”.

¡Jesús, María y la mierda!

Y ahora me permito, sí, reproducir algo que escuché, creo, lo primero que escuché ni bien llegué a la oficina, a la alfombrada oficina en la que trabajo: “Cobos es un traidor, un perro que mordió la mano de quien le da de comer”.

Perro. Mano. Comida. Traición.

Traición. ¿Qué es traición? ¿Dónde está? ¿En las acolchonadas y pomposas y cómodas butacas del Senado de la Nación? Traición es otra cosa. Yo la veo en todas partes, con la regularidad diaria de quien simplemente sale a la calle y camina unas cuadras hacia cualquier dirección. Dentro de esa casa que veo ahora la encuentro. En los ojos de esos hombres y mujeres despojados de dignidad que están allá, apenas visibles por la polvareda que levantó esa camioneta al pasar, la percibo. En esa nena que pedalea una bicicleta demasiado grande para ella, una bicicleta que no termina de ser bicicleta porque le faltan muchas cosas para serlo, comenzando por las cubiertas y las cámaras, la siento. En esas cubiertas y cámaras anchas que supieron quemar en rutas, hombres con sombreros de cuero y pañuelos asquerosamente perfumados. Me duele.
Y traición veo cuando una ecuación es perfecta pero está mal resuelta. Cuando debería cerrar un número y, de hecho, sobrar números y puntos y ceros y sin embargo no; la ecuación sigue estando mal hecha. El enfoque se convierte en desenfoque y en nebulosa dentro de oficinas acondicionadas donde cualquiera está acreditado a sostener posturas superfluas.

Argentina, odiosa y vomitable Argentina, dejame que te falte el respeto, porque justamente respeto es lo que no mereces. Tampoco estás haciendo nada, en absoluto, por merecerlo. Si al menos alguien recordara hoy frente a las cámaras de televisión de dónde proviene tu nombre, Argentina. Si acaso algún presidente o gobernante tuviera la brillantísima idea de garantizar comida diaria a todas las familias argentinas. Esa es mi ecuación, la única que puedo ver y la que hace que imagine números y ceros cayéndose por todos lados. Y a esos que se caen yo no los quiero. Políticos y productores y productores políticos y políticos productores pueden recogerlos del piso y quedarse con ellos y sí, llenar sus bolsillos de números y ceros y puntos y ampliar sus sonrisas. Hay lo suficiente, y más, para todos ustedes. Pero dejadle a esta Argentina vivir, no la mates mientras su pueblo se encuentra agonizante. No la mates así, por favor.

Condenados. Sólo el sol y la luna son apenas y holgadamente, de vez en vez, justos: salen para todos por igual. Sólo el sol y la luna brillan con la misma intensidad tanto en el capote de la 4X4 de De Angelis -y en su figura regordeta y candidata- como en los rayos de la bicicleta sin cámara sin nena sin ruedas sin futuro sin nada.

Y sin muchas otras cosas más.


No hay comentarios: